14.11.11

Anomalario de luxe

El mundo del lujo ya no es lo que era. Todo empezó cuando un programa protagonizado por Belén Esteban decidió ponerse la coletilla "de luxe". De ahí a que yo merodeara por los antaño luminosos vericuetos del glamour había un paso. No tengo muy claro si hacia atrás o hacia adelante.

El caso es que a partir de ya podrán ustedes leerme cada semana en The luxury journal. Les hablaré de series y de cine con mi habitual falta de vergüenza.

He aquí dos bellos ejemplos:


Una serie que traza el retrato de un periodo épico en la configuración del país, estrenando la libertad, cuando todo estaba por definir y la gente se duchaba poco. Dicho así podría estar hablando de Cuéntame, pero los más avispados lectores habrán notado por el título del post que la cosa va de   vaqueros de los que no tienen pata de elefante...




Con el horario de invierno, la noche cae como una venganza. Hace frío, llueve, y la idea de salir a la calle parece tan hostil como una reunión de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Hace falta un plan alternativo y el estante de los DVD me hace una oferta que no puedo rechazar: El Padrino Parte II...


Y con esto les dejo, que veo que me están saliendo a recibir las vecinas de la nueva web:

Imagino esta escena con "Agradecida y emocionadaaaaa..." como música de fondo. Así sé que estoy enfermo.

3.11.11

Voy a defender a Telecinco

No es porque sea accionista de Telecinco, que lo soy, y me estén minando la cartera de anunciantes, que lo están haciendo. Si fuera así de ruin ya estaría presidiendo algún país del núcleo duro de la Unión Europea. Es solo que no me parece que la siguiente sea una buena noticia:


A muchas personas del timeline de mi twitter parece ser que les ha parecido sumamente inmoral el contenido ofrecido por el programa que Jordi González conduce con mano de hierro y sin avisador de radares. Seguramente a mí también me lo parecería si le hiciera el más mínimo caso a este tipo de espacios. Pero, ¿saben qué? Cuando algo no me gusta en televisión no lo veo y recomiendo a mis amigos que no lo hagan. Y si el conjunto de los espectadores rechaza un contenido, no se preocupen que durará menos que la carrera musical de Javier Cárdenas.

El nunca lo har... Ya, bueno, ejem. Sigamos con el post.

La reacción de unos cuantos pesos pesados de Internet, sin embargo, ha sido exigir a las marcas que se anuncian en La noria que dejen de hacerlo. Y yo me he acordado inmediatamente de lo feo que nos pareció que los anunciantes se retiraran de Skins o de The Playboy club o las presiones para boicotear a un medio crítico con la visita de Benedicto Equis Uve Palito el pasado verano. Vale, de este último no me he acordado inmediatamente, pero para algo pagamos Google, ¿no? Tirando de buscador podríamos llegar a casos más lejanos en el tiempo y seguramente más graves.

En aquellas ocasiones, nos pareció mal que una panda de beatos, seguramente no mayoritaria, pudiera presionar a las marcas para, a su vez, afectar a la libertad creativa y artística de los responsables de las series y la libertad de expresión de la redacción de Montilla Digital. Ahora no  porque, como dirán los integrantes de la actual masa enfurecida, no es lo mismo. Y es posible que hasta tengan razón. Pero ¿qué pasará cuando el Banco de Santander decida que quizá a sus accionistas les ofenda algunas de las cosas que se dicen en Salvados? ¿O cuando H&S crea que sus clientes pueden sentirse incómodos por la España casposa que hay de fondo en Cuéntame? ¿O L'Oreal decida que sus compradores tienen derecho a ver a gente guapa y obligue a los informativos a contratar solo a...? Oh, vaya. No podemos llegar a tiempo a todo, ¿verdad?

El caso es que debéis pensar que si aplaudimos y promovemos los boicots de las marcas a ciertos contenidos televisivos, no estamos promoviendo una democracia audiovisual, sino que nos estamos despojando como espectadores de nuestras armas y se las estamos cediendo a otros. En este caso, por ejemplo, a la persona que aprobó esta campaña: