La pasión por la penúltima década de la centura pasada se ha desatado en el cine con el remake de algunas de sus series televisivas más legendarias, como por ejemplo y otras series legendarias más. Viendo pastiches como El equipo A (sí: las películas las critico sin verlas), está claro que lo que echamos de menos no son los 80, sino lo que habríamos hecho en los 80 con los medios que tenemos ahora. Vamos, como los cuarentones que van a la puerta del instituto y dicen: “si tuviera 20 años menos…”. Si tuvieras 20 años menos, volverías a ser el pringao que fuiste entonces, asúmelo.
Como contrapunto, Fox estrenó hace un par de semanas The good guys. Una serie policiaca que parece recién sacada de la sobremesa de los sábados en La Primera y Única. A mí me tienen ganado desde el momento en que sale Bradley Whitford y encima lleva gafas de sol de piloto y ¡bigote! Una serie así tiene que ser buena. Vale, a veces también hago críticas de series sin verlas. Pero sólo en casos como este y estrenos de sobremesa en general.
El esquema es el mismo que hemos visto infinitas veces, desde el dúo Walter Mathau-Jack Lemmon hasta Epi y Blas: tipo perfeccionista obligado a colaborar con desastre con patas cuyos métodos, paradójicamente, son los que acaban salvando el día. Lástima que los políticos crean que esto también es así en la vida real.
Para disimular un poco la simpleza del planteamiento, cada capítulo se articula con estructuras más o menos retorcidas. Tarantinianas. Flashbacks, distintos puntos de vista de un mismo suceso… siempre con un tono irónico y desenfadado. Porque la gran baza de The good guys es que no se toma a sí misma muy en serio. Y por eso digo que es ochentera. ¿Me lees, Almodóvar? Repite conmigo: no tomarse a uno mismo muy en serio.
Está tan pasada de rosca que funciona. Es la Robert Downey Jr. de las series.
El contraste de los protagonistas sirve también a ese juego. La seriedad de Jack Bailey cae derrotada ante la humanidad de Dan Stark. Y el personaje de Whitford caricaturiza perfectamente el machismo, la idealización de lo cutre y lo naif y todo lo que de despropósito tuvieron los 80. Sin contar la talla de pantalón de David Hasselhoff en El coche fantástico.
Si están hartos de que milivanilicen sus mitos de infancia en el cine, prueben The good guys. Y si no les gusta, congratúlense: ahora cuando cambian de canal, ponen otras cosas.
Dicen.