Está en la sabiduría popular que cuando juegas al Trivial y caes en una casilla marrón, en caso de desconocimiento total lo mejor es responder “Miguel Hernández”. En cualquier tema, si la pregunta tiene que ver con cantidades, lo más probable es que aciertes si contestas “todos” o “ninguno”. Otra respuesta para ignorantes es que la radio la inventó un tal Marconi.
Bien, es cierto que él inventó una radio, pero no fue el primero. Quince años antes el gran Nicola Tesla abriría el camino que, con los años, nos lleva a Federico Jiménez Losantos. El científico Croata realizó varios experimentos en la primera mitad de la década de 1890 mediante los cuales fue capaz de transmitir una señal a decenas de kilómetros de distancia valiéndose de las ondas hertzianas.
A Tesla lo interpretó Bowie en El truco final y eso da muchos puntos de molar
Desgraciadamente, un incendio destruyó el laboratorio de Tesla en 1895, uno de los motivos que restrasó la solicitud de patente de las aplicaciones radiofónicas hasta 1897. Entre medias, en 1896, un joven italiano afincado en Londres registró su propio sistema de telegrafía sin hilos. Y lo más importante: empezó a forrarse.
Si creen que la burocracia es lenta ahora, piensen que a Tesla no se le garantizaron sus derechos sobre el desarrollo de la radio hasta 1900, justo antes de que Marconi solicitara los mismos para terreno norteamericano. La oficina rechazó su solicitud con menos ceremonias que un portero de discoteca impidiéndote entrar a “buscar a un amigo que se le ha acabado la batería del móvil y es muy importante”. No es el único parecido entre la administración y los puertas de garito, créanme.
El problema es que, como he dicho, Marconi se estaba forrando. En los primeros años del siglo XX, Su empresa había ganado tal peso que incluso contaba con un tal Thomas Edison entre los consejeros de la filial americana. Edison, además de ser uno de los científicos con más reconocimiento de Estados Unidos, era un mafioso y despreciaba a su antiguo empleado Tesla. Misteriosamente, en 1904, la Oficina de Patentes de Estados Unidos cambió de parecer y le arrebató la patente de la radio al hijo del Imperio Austro-húngaro para otorgársela al italo-británico.Cinco años después, en 1909, el jurado de los premios Nobel galardonaba a Guglielmo Marconi en la categoría de Física.
Entre tanto, empezó la batalla legal. Piensen que se enfrentaban una poderosa empresa multinacional (de la época) contra un hombre con serios problemas económicos y otros no despreciables de carácter psicológico. Tesla perdió sistemáticamente hasta 1943. En ese año ocurrieron dos cosas: la primera es que nuestro protagonista murió, con lo que siempre aporta eso al prestigio personal. La segunda es que la compañía de Marconi apretaba las tuercas al gobierno americano por el uso de su tecnología durante la Primera Guerra Mundial.”¿Tu tecnología?”, preguntó el Tribunal Supremo con aire inocente. “Pero si la radio la inventó Tesla. Mira, mira, si tengo aquí una patente suya de 1897”. Y así Estados Unidos reconoció lo que el Trivial no está dispuesto a admitir.
Todo este post viene por dos motivos: el primero, el aniversario del nacimiento de Tesla, que hoy conmemora Google. El segundo es que, en realidad, la radio la inventó Aleksandr Stepánovich Popov.
Un cachondeo, esto de la ciencia.