29.1.10

Los peligros del progreso

¿No os decían de pequeños en sociales que la familia era el elemento nuclear de la sociedad?

Pues parece que vamos a tener problemas con los residuos nucleares esos que tardan tanto en desaparecer y que nadie quiere tener en su casa.

La imagen original está tomada de Escolar.net, que Ignacio es muy de copyleft

13.1.10

Tom Cruise podría hacer una versión de 'Los Serrano'

¡Claro que podría! Otra cosa es que no le dé la gana. Pero les explicaré por qué Tom y Antonio Resines son dos caras de una misma moneda. La de euro no, que sale el rey y no queremos líos.

Para que lo entiendan lo que quiero decir, me veo obligado a recurrir a un pequeño garbeo por la Física Cuántica. ¿Recuerdan ustedes al gato de Schrödinger, quizá el felino más amado y odiado desde Hello Kitty? Por refrescarles la memoria, grosso modo, es el protagonista de una paradoja científica en cuyo planteamiento encerramos en una caja a un gatín con un veneno que puede matarle si se descompone un átomo que anda también por la caja y que tiene un 50% de probabilidad de hacerlo. Aplicando descripciones propias de la física cuántica al estado del átomo, descrito por una función de onda, mientras no abramos la caja el gatín estará vivo y muerto a la vez. Como Elvis.


Mira qué bien lo explican los de Punset

¿Y esto que tiene que ver con Tom y Antonio? Nada, tengan paciencia. En términos científicos, esto de tener un gato muerto y vivo a la vez era un marrón, en primer lugar porque no se ponían de acuerdo sobre si había que llamar a la señora de la limpieza. Ahí apareció el bueno de Hugh Everett que hizo el equivalente intelectual a abrir la caja, encontrarse al minino tieso y tener que explicárselo a una pequeña de ocho años llamada Tiffany:

- Sí, Tiffany, el pequeño Smurfgles está muerto aquí, pero está vivo en otra parte.

- Tío, no me vengas con mierdas religiosas, que llamo a mi abogado para que te haga un bautizo laico por todo el orto. ¡Y pásame la grifa, que tengo la bajona por el puto gato!

Ay, la educación pública que promueve Espe. Pero a lo que quería llegar Hugh es que la muerte del gato viene dada por la observación en sí, que obliga a la función de onda que describe al átomo a adoptar un estado concreto y “desechar” los demás. Pero como los físicos cuánticos son unos sentimentales y tienen unas ecuaciones rarísimas, han deducido que la probabilidad cuántica se explica mejor si lo que ocurre en realidad es que los dos posibles sucesos han tenido lugar y nosotros nos hemos quedado en una versión del Universo en la que el gato ha muerto, mientras otros nosotros han descubierto, con alivio y resignación, una zarpa que se lanzaba a sus ojos al abrir la caja. Por cachondos.

Dicho de otra manera, por cada evento no determinístico, cada una de sus posibles soluciones se da, de hecho, en su propio Universo alternativo. A nivel cuántico es un pasote, pero imaginen que cada vez que a ustedes les han hecho la cobra, hay un Universo paralelo en el que han triunfado. El que no se consuela es porque no quiere. Mejor: el que no se consuela en este Universo es porque lo está haciendo en otro.

Con este panorama, Antonio Resines no hace sino aplicar la teoría de los muchos mundos o los universos paralelos a su método interpretativo. “Es que Resines siempre hace de Resines”, habrán oído. ¡Pues no! El gran actor cántabro compone sistemáticamente las distintas versiones de un mismo individuo según haya sido dueño de una taberna, funcionario de prisiones, guardia civil o ingeniero español que trabaja en Oklahoma. Hacer el mismo papel es algo que puede hacer un Arturo Fernández cualquiera. Sumar el método Stanislavsky con la Física Cuántica, ¡ay, amigo! Eso sólo lo pueden hacer unos pocos.

Otro de esos escasos elegidos, ya lo han adivinado, es Tom Cruise. Porque un gruísta que huye de los marcianos no es el mismo tipo que un agente secreto que lleva a cabo misiones imposibles o un barman listillo. Pero todos ellos sonríen a lo timidín mirando hacia abajo y corren tiesos y subiendo mucho las rodillas porque hasta cierto momento de su vida, todos fueron la misma persona. Hasta que el problema de la observación cuántica sacudió sus vidas.


Y como el número de posibilidades derivadas de la continua medición cuántica de los eventos que conforman nuestra vida es infinito, no es absurdo pensar que Misión Imposible es en realidad un sueño de Tom Cruise.

Porque de los que nos gusta el cine, un sueño, lo que se dice un sueño, no es.

12.1.10

El anuncio que buscabas

Dicen Google que el objetivo de su publicidad contextual es hacer que los anunciantes encuenten a su público objetivo y que dicho consumidor potencial encuentre un anuncio que sea de su interés. Como cuando anuncian Tena Lady en los descansos de Ana Rosa, pero automatizado.

Teniendo esto en cuenta, nos surge una duda:

Si hace clic sobre la imagen, crece, la muy golfa

Esto es por joder, ¿no?

7.1.10

Avances sociales

La foto es una caca porque yo sólo trabajo con lo mejor de lo mejor de la profesión. Y este paparazzo en concreto dice que no sabe hacer fotos a menos de dos kilómetros de distancia y que qué mierda es esa del anillo de enfoque, que él guarradas las justas.

A pesar de ello, créanme, el cartel pone "Residencia". Es una residencia para gente mayor (viejos) que hay en la Ciudad Lluviosa.

No, no es una indirecta a mi padre por recomendarme su dentista. Lo que me ha llamado es la preclaridad emprendedora que demuestra el símbolo que hay debajo de su cartel. Porque, precisamente en época navideña, yo saludo...

... al empresario que se muestra orgulloso de su iniciativa de montar la primera residencia para yayos satánica del mundo.

Por cierto, ¿alguien ha visto últimamente a los Rolling?

4.1.10

Dentista

En general soy un tipo valiente. Mis amigos siempre me recuerdan como el joven que en las peleas del recreo siempre se exponía al peligro del escarnio y el oprobio en sus gloriosas huidas.

A pesar mi innato sentido del riesgo, hay un par de cosas que me crean aprensión: que alguno de esos matones se quedara con mi cara y los dentistas. Hay una tercera que prefiero no plantearme: que las niñ... las personas que me pegaban en la Facul... guardería hayan desarrollado una aceptable carrera académica que les haya dirigido a la estomatología. Esta posiblidad me daría dentera y, claro, sería peor.

A nadie le gustan los dentistas. Ir al dentista supone tumbarte y abrir la boca para que un extraño meta en ellas cosas que en circunstancias normales no aceptarías ni de broma. No sin una palabra de seguridad.

O de cariño.

Con esto (y un sombrero) en la cabeza, acudí a la consulta del dentista que me habían recomendado. Uno nunca va a un dentista porque sí, siempre va a uno que le han recomendado. Si hay dentistas malos con clientela es que hay mucho cabronazo suelto. Todo sea por el equilibrio cósmico, que alguien tiene que ser el único gilipollas de cada diez que recomiende los chicles con azúcar.

Llegué a la consulta, que era un sitio normal, toda vez que ignoras que hay un restaurante chino en el portal de la izquierda y una misión católica en el de la derecha. Me abrió la enfermera al grito de “¡Manuel!”. Intento aclarar que en realidad mi nombre es Anómalo. “Eso: Amanolomo. Chico, es que estos nombres que os ponéis ahora. Si mi abuelo Fructuoso levantara la cabeza... Pero nada, está metido en sus libros y no se entera de las cosas. ¿Tú crees que esa es forma para un sociólogo? En fin, Manuel, tú pasa por aquí, que ya te atiende el doctor”.

Y pasé. Ignorándola, entré en una habitación donde un tipo enmascarado me hizo tumbar en una silla extraña rodeada de aparatos puntiagudos y luego me apuntó con una luz brillante. Entendí que los directivos de la Fox tienen un problema con los dentistas, metafóricamente representados por los alienígenas de Expediente X y por Jack Bauer. También reflexioné que los humanos somos una especie confiada. O idiota.

El doctor canturreaba bajo su máscara mientras probaba sus tornos. Me costó reconocer la melodía hasta que la identifiqué con la que sonaba en el hilo musical: REM. Everybody hurts. “Sooooontaiiiiims”.

Por fin se dignó a mirar el interior de mi cavidad bucal.

Dentista: Ffffiu. Vienes del Valle de los Gallardones, ¿a que sí?.
Anómalo: ¿O-o no a shaío?
Dentista (sacando su instrumental, con perdón, de la boca de Anómalo): Jo, ¿no eres ni español?
Anómalo: Digo que cómo lo ha sabido.
Dentista: Ah. Reconozco el trabajo de una tuneladora, chaval.
Y volvió a meterme cosas en la boca mientras se arrancaba a cantar con la melodía de REM: “menuuuuudo socavóoooooon”.
Dentista: Oye, que no te voy a poner anestesia. Si estás de acuardo, di “pamplona”.
Anómalo: Aoa.
Dentista: Sí, ahora. Mira, es que con la crisis hay que ahorrar. Y total, ya te habrás fijado que el hilo musical es Kiss FM. ¿Para qué quieres más?
Anómalo: I-o a-íjjjjjjj
Las aspiradoras bucales son malas para la comunicación interpersonal. No obstante, a lo mejor habría que probarlas con Mariano Rajoy.
Dentista: Si te hago daño, me lo dices.
Anómalo: ¿Y o-o e o igo?
Dentista: ¿Qué?
Anómalo: E o-o e o igo.
Dentista: Ya. Mira, no te entiendo. Cuando acabe me lo explicas, ¿vale?
Acabó la canción de REM y mientras manipulaba la aspiradora, sonó Vivir sin aire, de Maná. Luego vinieron Killing me softly, de Roberta Flack y una de Álex Ubago. ¿Es o no es para tener miedo a ir al dentista?

Por fin acabó la tortura y luego también finalizó el trabajo del dentista. Me conminó a enjuagarme y se quitó la mascarilla para proceder a cobrarme en complicidad con la enfermera. Entre ambos me hicieron la cuenta. "¿Ves?", dijo la enfermera. "Si coleccionas todos los dientes que te saquemos, te puedes hacer un collar". Su jefe procedió a tenderme un papel con la cantidad que le debía.

“Uy, perdón”, exclamó cortando en seco su movimiento.

Y se volvió a poner la máscara antes de cobrarme.