4.12.09

Cibermerinas

El problema de Internet es que a veces trae mucha letra y leer de la pantalla de ordenador cansa. Como leer de cualquier otro sitio, pero con excusa oftalmológica. Este motivo y pocos más son los que han llevado a la rápida difusión del famoso Manifiesto para la defensa de los derechos fundamentales en Internet. Esta frase la he escrito para teneros calentitos desde el primer párrafo, claro..

Este post es una especie de crossover con Mi televisión y otros animales. Un ejercicio de sinergia tal que se le han quedado flojos los pantis a Ana Rosa y Mercedes Milá. Como dije en el post de allí, la parte de violar la privacidad y abrir puertas a coartar la libertad de expresión e información que proponía Cultura está fea y en ese sentido los promotores del manifiesto han estado vivos. ¡Gracias, chavales!

Pero entre los puntos del documento se colaban otros, no sé si como trampa o como cebo. Sospecho que como cebo. Hay una amplia parte de internautas que, no nos engañemos, no están demasiado preocupados por esas libertades. Quizá porque no usan Internet con otros fines que el entretenimiento, más o menos sustentado en el consumo de pornografía.

Así, muchos suscribieron el manifiesto porque parecía plantear la clásica batalla por mantener la Red como barra libre de material sujeto a las leyes de propiedad intelectual. Los puntos cuatro y cinco que comentaba en el blog de Público, en realidad hablan de eso y es la parte que no comparto. Lo que ha significado para mucha gente que soy camarada de trinchera de Chenoa. ¡Y en el sentido menos sexual de la expresión! España debería estar a la cabeza de la tecnología mundial por la capacidad que tenemos de reducir cualquier cuestión a un código binario.

A los comentaristas de Mi televisión... les tengo que hacer una serie de matices. Estos:

Las descargas no tienen que ser ilegales para ser un robo, por lo que mi analogía al respecto es algo basta, pero perfectamente válida. Si alguien no quiere darte una cosa gratis y tú la coges igualmente, estás robando. O alguien la ha robado para dejarla a tu disposición. Especialmente cuando hay alternativas para acceder a ese mismo material sin tener que pagar en dinero: radios comerciales y en Internet (tipo Spotify) para la música, televisiones para cine y series, bibliotecas públicas para todo lo anterior y libros, etc. Pero no se confundan: no es gratis. Eso lo pagamos prestándonos a ser receptores de mensajes publicitarios o con nuestros impuestos. Y tranquilos, la ley está de parte de la filosofía copyleft (aunque no acaben de entenderlo).

Eso es acceso a la cultura y es muy defendible. Bajarte la obra completa de tu autor favorito es condenarle a no poder vivir de la literatura y, a la larga, tener que leer todo el rato a Lucía Etxevarría. A los músicos les decimos que no sean vagos y que hagan conciertos. ¿Qué les diremos a los escritores? Poner Internet a la altura de una biblioteca es muy baratero. La simple cuestión de magnitud hace que no sean comparables.

Tendemos a creer que las copias no son un robo por la facilidad con la que obtenemos y por la naturaleza inmaterial del objeto con el que nos hacemos. Mírenlo de esta manera: cada vez que leemos un libro, escuchamos una canción o vemos una película, sus creadores nos están ofreciendo un servicio que debe ser retribuido. ¿No dicen los artistas que se prostituyen cuando venden sus obras? Pues eso, hay que pagar por cada servicio.

El canon es injusto y parece que establece una presunción de culpabilidad. Claro que habría que replantearlo o, en cualquier caso, no dejarlo en manos de una entidad tan opaca como la SGAE. Por desgracia, no es una tarifa plana para acceder a material sujeto a derechos de autor. El canon sólo beneficia a los artistas, de acuerdo. Pero es que si los artistas no se lucran con su trabajo, van a tener que dedicarse a otras cosas y la industria del entretenimiento quedará en manos de amateurs. A lo mejor es una opción válida, no lo discuto. Por el momento, si no es con el canon, tendremos que ver alguna forma de que retribuir a la gente que trabaja para que podamos oír música o ver películas. Insisto, otra cosa es que la gestión de esos derechos de autor no convenza ni a unos ni a otros.

Una última reflexión final: somos la hostia. Unos cuantos miles de twitteros y blogueros hemos puesto en jaque al Gobierno (¿o no?). Pero ya lo dijo Spider-Man: todo gran poder... ¿nos ponemos a acabar con el paro o algo serio de verdad o no tenemos tiempo porque ya tenemos el nuevo episodio de FlashForward antes de que lo pongan en Cuatro?

Y todo esto lo cuenta mejor que yo Manel Fontdevila en una viñeta.